Procrastinación: ¿Qué es y cómo evitarla?
¿Te pasó al tener que entregar un trabajo práctico o estudiar para un examen con deadline lejano, sentir que tenés tiempo y entonces no planificás y recién lo hacés cerca de la fecha límite? ¿Cómo te resultó? ¿Qué emociones aparecieron?
Frecuentemente, al posponer las tareas, aparece la angustia y la culpa pero, al parecer, esa experiencia no basta, porque todo el año te manejas de la misma manera. Y sucede que, pocos días antes del día de la entrega o del examen, la presión te gana y lo terminás, pero los resultados no son como lo esperabas. Por ser éste, un comportamiento tan habitual, te comentaremos qué es la procrastinación, sus causas y qué hacer para combatirla.
La procrastinación viene del latín procrastinare que se traduce en postergar o retrasar el inicio o la realización de una actividad de la que somos responsables de llevar a cabo, a pesar de ser conscientes de que es lo peor que podemos hacer.
¿Por qué lo hacemos?
Quizás por un deficiente manejo del tiempo o falta de disciplina. Sin embargo, la evidencia científica muestra que es una respuesta biológica, “una manera de no enfrentar las emociones desafiantes y estados de ánimo generados por ciertas tareas”. Por naturaleza, como seres humanos, tratamos de evadir el dolor y buscamos el placer. Cuando se nos presenta una tarea que nos genera emociones molestas, buscamos evadirla realizando otras actividades.
Es primordial que, antes de saber cómo evitar postergar, comprendas en primer lugar por qué lo estás haciendo, y, en segundo lugar, las consecuencias que esta situación tiene en tu vida.
Cuando procrastinamos, evitamos el estrés que nos provoca la actividad.
Entonces, cuando te sientas procrastinando, preguntate lo siguiente:
– ¿Por qué todavía no comencé? ¿Con qué me estoy distrayendo? ¿Qué siento?
– Recordá que procrastinar es una reacción emocional ante lo que nuestro cerebro detecta como una amenaza. Entonces también pregúntate:
– ¿Qué me da miedo? Y si tenés miedo, ¿miedo a qué?: ¿a fallar, a equivocarte, a que no resulte tu idea, a la incertidumbre?
– ¿Qué gano postergando? ¿vale la pena lo que estoy haciendo?
– ¿Cuál es el precio que pagaré por no comenzar/terminar?
Da un paso atrás y dale un vistazo al panorama a largo plazo. Recordá que es una respuesta a corto plazo, por lo que mirar qué estarías perdiendo en el futuro, o a qué te enfrentarías si no cumplís con tus responsabilidades, es un paso fundamental para racionalizar el problema y preguntate:
– ¿Qué me gustaría sentir cuando llegue la fecha límite?, ¿Cómo me gustaría estar? Analizá si queres estar satisfecho, frustrado, decepcionado, o contento con el trabajo que hiciste. Entonces…
– ¿Qué acciones tengo que hacer para sentirme como quiero?
– ¿Cuál es mi nivel de compromiso? Clasificalo del 1 al 10.
Una vez que descubrimos la raíz, podemos trabajar en distintas áreas:
- Manejá las emociones, manejá el miedo, conocete.
Si sentís miedo al fracaso recordá que éste es la base del éxito, y de los errores se aprende. Si no te equivocás, no estás creciendo. No sabés lo que podés lograr.
Además, es importante que te conozcas. A veces lo que te gusta es la presión de hacer todo a último momento, la adrenalina. Si este es el caso, mentalizate a comenzar antes: una semana es adecuado para ciertos proyectos, un par de semanas para otros. Lo importante es que, incluso, puedas organizar la procrastinación,
2. Manejá el tamaño de las tareas
En ocasiones, la falta de ganas de comenzar se debe a la dimensión del proyecto que harás.
Lo primero es dividir la tarea por partes, determinar qué pasos debes hacer para terminarla.
3. Manejá el tiempo
Siguiendo la línea de dividir tareas en pequeñas partes, en primer lugar tienes que ponerte fechas límites. Para cumplir con los deadlines, no confíes en tu autodisciplina. Podés comprometerte con alguien para cumplir, ya que no querrás quedar mal con un amigo.
Ahora, en el caso de lo que tenés que hacer cotidianamente para lograr tus metas, debes ponerte objetivos diarios. Para esto, una vez que dividiste tu meta en acciones más específicas, la noche anterior (o la semana anterior, dependiendo de qué tan avanzado estés con tu manejo de la procrastinación) marcate 3 objetivos muy delimitados y escribilos y tenelos presentes durante el día o la semana. La recompensa de esto proviene de dos fuentes: te sentirás productivo cuando realices las 3 actividades, aunque tengas que hacer más (evitando la frustración), y podrás tener certidumbre de lo que debes estar haciendo. Al final del día, visualizá lo que cumpliste y lo que no.
Por ejemplo, si tenés que entregar un TP en dos semanas:
Primero fíjate de donde sacás el material y una vez que consigas eso, tu objetivo diario puede ser resumir 5 paginas por día. Contemplá la posibilidad de que aparezcan distractores en ese tiempo, entonces podés ponerte como objetivo que nada te permita interrumpirte, o que vas a trabajar ininterrumpidamente durante 1 hora y luego tomarás descansos antes de retomar.
4. Manejá las distracciones y la pérdida de la concentración.
Conocé qué es lo que te distrae: el teléfono, la limpieza, las redes. Al conocerlos estarás atento a la hora que aparezcan.
5. Alentate.
Encontrá tu motivación inmediata para poder cumplir, en primera instancia, tus objetivos diarios para que después trabajes con plazos más largos. Estos pueden ser tan simples como sólo permitirte comer postre en la cena si cumpliste lo que debías de hacer, a más elaborados como salir con tus amigos cada sábado SI Y SÓLO SI lograste tu propósito de la semana. Es fundamental que te apegues a recompensarte cuando hagas lo que te corresponde. Si no, tu cerebro se acostumbraría a motivarte a no hacer nada, y por eso lo sigues haciendo.
Esperamos te haya servido y lo pongas en práctica.
Detectá cuando sientas ganas de procrastinar. Visualizá como querés que sea tu futuro así accionás. ¡Probálo!
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